Muchas veces en las organizaciones se producen dinámicamente cambios y evoluciones imprevistas que colocan a alguno de sus integrantes en un puesto de liderazgo para el que no estaba preparado. O al menos del todo.
Más allá de las teorías y capacitaciones que contribuyen a dotar las herramientas necesarias para alcanzar este perfil, tan importante como la letra es la acción.
Además de por “puestos”, por “competencias”, o por “tareas”, los grupos de trabajo están compuestos por personas a los que las lógicamente las atraviesan temas personales. Y muchas veces pueden tener repercusión en el desempeño laboral y finalmente en los resultados esperables para el individuo y el equipo.
Por eso en los procesos de liderazgos 360, la escucha sincera y activa, atravesada por una empatía natural es tan importante como la competencia profesional o el respeto que el líder pueda ostentar en su campo de acción.
Más allá que en muchos casos estas cuestiones no puedan ser resueltas o correspondan al ámbito del trabajo, el estar al tanto y comprender el problema del otro funcionan como un incentivo intangible que suele repercutir, al final del día, en la predisposición personal y en el clima laboral de los equipos.
Claro que también es indispensable manejar los equilibrios para que los espacios se ocupen dentro de los límites intangibles que corresponden, tanto en la disposición del tiempo como en el involucramiento.
Si bien a veces es complejo, es necesario mantener despejada lo suficiente esa frontera.
Martín Glade
Periodista. Responsable de Auditoría de Medios en la Secretaría de Medios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.